En las encuestas, los usuarios reconocemos usarlo no solo cuando lo necesitamos, sino también cuando nos aburrimos o sentimos “un impulso irreprimible”. De hecho, los neurocientíficos ya han identificado el chute químico que se dispara en los centros cerebrales del placer cuando activamos nuestro móvil. Un chute que, por cierto, está previsto por los diseñadores de las aplicaciones.
La experta en Comunicación Digital, Sherry Turkle, sugiere que la “cultura ‘smartphone’” es altamente adictiva porque nos concede al instante los tres deseos del cuento infantil ideal: (1) siempre habrá alguien que nos haga caso, (2) siempre tendremos algo divertido que hacer para no aburrirnos y (3) nunca estaremos solos. Desde el punto de vista de las relaciones personales, añade Turkle, los móviles nos ofrecen “la ilusión de la compañía sin las exigencias de la amistad y la ilusión de la amistad sin las exigencias de la intimidad”.
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